20- LOS
HOMBRES DE LA“FAUNA” VENTURRENA.
El tío Vicente
León alternaba su natural seriedad con su afición al
chascarrillo. Y de igual manera que a él le llamaban León,
que era un simple apodo, jamás llamó a ningún vecino por su
nombre de pila. Y como resulta que tenía que hablar con mucha
gente, primeramente porque era un gran cascarrón, y en segundo
lugar porque era muy sociable, cuando alguien con quien hablaba
no tenía mote propio, el tío León ya se lo estaba
adjudicando. Y así, en boca de aquel buen hombre aparecían los
apodos y alias más dispares, pero siempre con algún parecido -en
su figura o en su trabajo- con el adjudicatario. Y así nacieron
muchos sobrenombres de los que todavía hoy existen, por herencia
de sus antepasados.
Por otra parte,
el tío Francisco Pinchampón era tan bromista como el tío
Vicente León, y, como se daba la circunstancia de que
eran vecinos de calle y sus casas casi se tocaban, muchos días
en que por cualquier causa no salían al campo, y también, muy
particularmente en veladas nocturnas, se disparataban con la
carcajada a flor de labios celebrando los dichos y ocurrencias
del uno y del otro. Queriendo o sin querer, al par que se
divertían ambos, contagiaban a sus respectivas familias y a casi
todo el vecindario; y cada vez que, en broma, hablaba alguno de
ellos, era una fiesta para todos.
(No se nos puede
olvidar decir que, tanto el tío León como el tío
Pinchampón eran excelentes personas en todo y por todo, y su
propensión a la broma y al chiste no impedía que, para cualquier
asunto serio, su seriedad era también muy tenida en cuenta por
todos).
Pero el caso que nos ocupa se ciñe
concretamente a su aspecto chocarrero.Y es digno de contar el
caso porque dio buena prueba de aquella gran y disposición de
ambos para celebrar cualquier aspecto alegre y jocoso del
pueblo, sacándolo en romances y coplas.
¿Fue un encargo
del tío León a Pinchampón, o fue una apuesta ? No
se e. Pero lo que sí se sabe es que, el tío Pinchampón le
pidió a su compañero y amigo, una lista de todos los motes que
hubiera en el pueblo, nombres de animales de cualquier clase; y
el tío Vicente León, que se los sabía todos de memoria,
fue diciendo y escribiendo los siguientes:
Carnívoros:
León, Lobo, Perro, Gato, Hurón, Zorra.
Rumiantes:
Borrega, Cabrito, Corzo.
Aves y
pájaros: Colorín, Cuervo, Gallo,
Gallina, Gavilán, Paloma,
Pardillo,
Pollo, Totovía.
Roedores:
Rata, Conejo.
Anfibios:
Sapillo, Rana.
Moluscos:
Caracol
Insectos:
Chicharras, Chinche, Grillo, Mosca.
Animal
especial: Mono.
Con esta relación
y clasificación de la fauna en motes, que llevaban otras tantas
familias con sus ramificaciones de hombres y mujeres por todo el
pueblo, el tío Pinchampón se encerró un día entero en su
casa pensando y trabajando con la cabeza -pues ni sabía leer ni
escribir- Y, como aquel que no quiere la cosa, a la noche
siguiente le enjaretó al tío León un romance nombrando a
toda aquella familia enorme de animales sin dejar ni uno.
Eran sobre
dos docenas de nombres, pero muchas más familias. Y a cada una
de ellas, el tío Vicente León, con el permiso de
Francisco Pinchampón, les envió una copia del romance;
primero, para que no se enfadara nadie, porque tampoco se hería
a nadie; y, en segundo lugar, para mostrar la facilidad
romancera y coplera del tío Pinchampón.
Y, claro está, nadie se enfadó.
Primero, porque no había motivos. Segundo, porque les cayó a
todos en gracia. Tercero, porque aquel romance demostraba que se
puede vivir y convivir muy amistosamente aunque se lleven motes
y apodos totalmente antagónicos.
Aquel romance
decía así:
¡Atención pido,
señores,
para explicar mi
sorpresa
al ver tanta
variación
en la fauna
venturreña,
con referencia
al apodo
que tantas
personas llevan,
porque ya en
tiempos lejanos
cargaron con él
a cuestas
o algún
bisabuelo suyo,
o quizás su
bisabuela,
puesto que todo
es posible
en esta bendita
Venta!
En la cuestión de
los motes no ha de causar extrañeza nada de lo que nos cuenten,
pues no ha de tenerse en cuenta que vivan motes contrarios en
perpetua convivencia.
¿Dónde se ha
visto, señores,
a un
Lobo y a una Borrega
hacer buenas
vecindades
y trabajar en
pareja?
¿Dónde el
Hurón y el Conejo
van
juntos por las veredas
contando cuentos
y chistes
de cepos y
madrigueras?
¿Cuándo un
Perrillo y un Gato
en
la misma rinconera
están dándose
las manos
y espulgándose
las piernas?
Aquí se dan
muchas cosas
que nadie pensar pudiera:
Un Palomo
con su pipa,
que al Gavilán
pide yesca,
mientras un
Cuervo saluda
al Caracol
en su huerta.
Los
Corzos y los Cabritos
van
con el León de juerga,
y los
Chinches y los Grillos
con
las Chicharras se orquestan
para cantarles
los mayos
al Mono
y a su Moneta.
La Rata
y la Totovía
van
de amigos y de fiesta;
y un
Colorín y un Pardillo
van
diciendo por la olmeda
que los Gallos
y Gallinas
con la Zorra
compadrean
para hacer
grandes negocios
plantando viñas
a medias.
¡No faltaba
mas que al Lobo
le
fueran dando su teta
las
Corzas y las Cabritas,
Conejillas
y
Borregas!
Y que al León
le espantaran
las
Moscas y las Chinchetas
los
espulgos de una Mona
y
el lamido de una Perra.
Y que la Zorra
limpiara
al Gallo
el pico y la cresta
con cuatro o seis
rabotadas
y cuatro o seis
volteretas.
Y aquí se acabó
el romance
de la fauna
venturreña.
Y que nadie se
moleste,
si abusé más de
la cuenta
diciendo las
tonterías
que nacen de mi
ocurrencia;
soy
Pinchampón, y he querido
decir con mi
pobre lengua,
que en la
cuestión de los motes
todo es posible
en la Venta;
porque, en fin,
somos vecinos,
e importa siete
puñetas,
que a unos se
les llame HACHE
y a otros se les
llame ZETA.
Aquello cayó bien
en todo el pueblo y fue muy celebrado. En especial las familias
del tío León y del tío Pinchampón junto a otros
vecinos, rieron y se divirtieron a más no poder.
Y cuando ya se
marchaban a dormir, cada uno a su casa, antes de despedirse,
Pinchampón le dijo al oído a su compañero León que, a
lo mejor se le ocurría alguna otra copla o romancillo para ir
desarrollando el tema de los motes en toda su extensión, pues,
además de los animales, ¡ había cada apodo por ahí...!
Y es que el solo
recuerdo de alguno de ellos mueve a risa y a chacota hasta el no
va más. Por eso no me extraña que, algunas veces, aunque las
menos, alguien se sienta ofendido por el alias que le asignaron
sin piedad ni compasión alguna; porque, por ejemplo, eso de
apodarse Cagandando o Ciernepedos, y heredarlo,
tiene más miga de lo que parece. |