1918: CIEN AÑOS DEL AZOTE DE LA GRIPE EN VENTA DEL MORO: ENFERMEDAD E HIGIENE.

© Ignacio Latorre Zacarés

La mañana del 4 de marzo de 1918, Albert Gitchell, cocinero del campamento Funston de Kansas (USA), acudió a la enfermería con irritación de garganta, fiebre y dolor de cabeza. A la hora del almuerzo ya eran más de cien los enfermos en el hospital militar. En plena Primera Guerra Mundial, el campamento Funston suministraba soldados para campamentos estadounidenses y para Francia. Albert Gitchell es el primer enfermo oficial de la gran pandemia de gripe de 1918. A más de 7.600 kilómetros de distancia, un 14 de junio de 1918, tres meses y diez días después que en Kansas, moría el primer afectado oficial de gripe en Requena. Casi un mes después, el 10 de julio de 1918, Rafaela Martínez Cubas de 38 años que vivía en la calle Nueva de Venta del Moro, era la primera muerte oficial de gripe en el término de Venta del Moro. A este deceso le sucederían cuarenta y cuatro más en el término municipal.

Se cumplen cien años de la mayor pandemia que ha sufrido el mundo: la gripe de 1918. Se calcula que enfermaron unos 500 millones de personas y que murieron entre 50 y 100 millones de personas, con una elevada tasa de mortalidad entre el 10 y el 20% de las personas invadidas1. En Asia y África es donde la mortalidad fue mucho más elevada. Se cebó sobre todo en las clases sociales humildes por sus condiciones de hacinamiento, insalubridad y mala alimentación. La contienda bélica de la Primera Guerra Mundial contribuyó a que el salto de la cepa pandémica del ave al humano tuviera una virulencia enorme y una rápida y mundial propagación. Fue la más mortal, aunque la mayoría de los pacientes lo que sufrieron fueron los efectos típicos de una gripe estacional. Muchas veces se complicaba con una neumonía, ya que las lesiones que crea el virus de la gripe en el tracto respiratorio pueden resultar infectadas por bacterias.

En abril de 1918, la gripe era una epidemia en el Medio Oeste y ciudades de la costa Este norteamericana, puertos franceses y trincheras del frente occidental de la Primera Guerra Mundial. En mayo de 1918 la gripe se había extendido ya a Alemania, Polonia, Norte de África, Bombay, Japón, China y en julio a Australia. Fue la primera oleada de la pandemia de carácter relativamente leve como un tipo de gripe común de irritación de garganta, dolor de cabeza y fiebre.

En agosto se dio la segunda oleada que fue más letal. Apareció en tres puntos del Atlántico: Boston (USA), Freetown (Sierra Leona) y Brest (Francia). A pesar de que sus puntos de inicio eran diversos y foráneos, la pandemia se mal denominó “gripe española” por ser uno de los primeros países en reconocerla en la prensa, cuando el resto de naciones estaba en la contienda bélica con numerosos soldados enfermos en las trincheras (¾ de los soldados franceses y la mitad de ingleses). El 5 de noviembre de 1918, Nueva York declaró el fin de la epidemia, pero seguía en una Europa devastada por la I Guerra Mundial con escasez de alimentos y combustible.

En enero de 1919 se dio una tercera oleada que finalizaría en el hemisferio norte en mayo de 1919. La cuarta oleada para países del norte fue en el invierno de 1919-1920. En marzo de 1920 se considera finalizada la epidemia en Japón.

Se cree que el virus surgió en un contexto de gripe estacional entre 1917-1918. No se sabe si procedía directamente de un ave o fue transmitida a través de un cerdo. En verano de 1918 mutó y se volvió muy contagioso

El 25 de mayo de 1918 aparecieron en la prensa española las primeras noticias de la gripe en Madrid. Ya hacía dos meses que se había iniciado en USA y semanas en Francia. Sin embargo, los norteamericanos, franceses y británicos le comenzaron a nombrar como “gripe española” y así ha pasado a la historia. A principios de junio dos tercios de los madrileños habían enfermado en tres días.

En mayo de 1918, la situación en Venta del Moro era precaria. El alcalde, Juan Antonio Gómez Fernández, había comunicado al gobernador civil de la provincia la falta de trigo y harinas en la población, solicitando incautaciones autorizadas por los gobernadores de Cuenca y Albacete en sus provincias para traer sacas y demandando comisiones permanentes que recorrieran el término para saber las existencias de trigo hasta la cosecha, que no iban más allá de 277 fanegas. Finalmente, el alcalde consiguió un buen acuerdo con los fabricantes de harinas Sáez y Torres de Caudete que se comprometieron a suministrar toda la harina necesaria hasta la cosecha trabajando “sin remuneración alguna, lo que fue justamente aplaudido por unanimidad de todos los concejales...”.

Pero, a la vez, en junio de 1918, el pleno del Ayuntamiento acordó convocar de inmediato una sesión de la Junta Local de Sanidad para tomar medidas preventivas generales en el verano para que la salud pública estuviera en buen estado y tratar también un caso de tifus exantemático en Casas de Moya, según parte del médico titular Gonzalo Alonso Viana2

Efectivamente, la Junta Local de Sanidad adoptó una batería de medidas de aseo y limpieza en 10 de junio de 1918 con el fin de prevenir epidemias en época estival. Entre las medidas generales cabe resaltar algunas como:

1. Excitar al vecindario al blanqueo de fachadas e interiores de viviendas en un plazo de ocho días.

2. No permitir arrojar a la vía pública aguas sucias e inmundicias. De noche o a primeras horas de la mañana se debían retirar los basureros a más de quinientos metros de la población. Se prohibía depositar basuras en los corrales de las casas y ensuciar las calles o plazas públicas.

3. Regar y barrer las calles, plazas y sitios públicos por cada vecino dos veces al día en la parte que corresponda a sus fachadas de seis a ocho de la mañana y de ocho a nueve de la tarde.

4. Todos los animales muertos debían ser quemados o enterrados a gran profundidad y poner en conocimiento del inspector de higiene y sanidad pecuaria cualquier caso de ganado con enfermedad contagiosa para aislarlo. El sacrificio de reses en el matadero público debía ser en presencia del inspector de higiene y sanidad pecuaria quien señalaría las horas de sacrificio en el verano.

5. Se recomendaba el mayor aseo en la fuente pública, así como en la calle que a ella conducía por ser una de las más céntricas de la población. Hasta la construcción del lavadero que sería próxima, se debían lavar las ropas en la rambla y en los sitios de mayor corriente o mayor cantidad de estanque, a cuyo efecto señalaría la alcaldía los más convenientes.

6. Se consideraban públicos los caminos de los Huertos y el llamado de Invierno, teniendo que retirarse los estercoleros a cincuenta metros por ser lugares de recreo habituales.

7. Las multas por infracciones oscilaban de una a cinco pesetas.

En Casas de Moya se adoptaron medidas específicas por el caso de una persona con el tifus exantemático:

1. Se decidió aislar la casa del paciente por cordón sanitario o montando vigilancia permanente impidiendo que saliera nadie de la casa, ni que tampoco entrara nadie.

2. Las ropas antes de salir de la casa debían ser hervidas y sacadas por la noche. El lavado de ropas se efectuaría en el barranco Varejo a cuatro kilómetros de Casas de Moya con agua recogida con precauciones del pozo de la aldea y trasladada en otra vasija propiedad de la familia del paciente.

3. Por las noches y horas de menos calor debían permanecer abiertas las ventanas y puertas de la casa del paciente.

4. El responsable de la observancia de las normas sería el alcalde pedáneo y todo lo que se necesitara como medicamentos, agua y mantenimientos sería suministrado por el Ayuntamiento al pedáneo y después se cobraría, si el vecino no era notoriamente pobre.

5. En caso de fallecimiento se debía desinfectar la casa. La Junta giraría una visita al casco de la población y aldeas para ver si se observaba el cumplimiento de las normas y, especialmente, en aquellos espacios que más personal se reunía como escuelas, hornos, posadas, casinos, carnicerías, barberías y tiendas de comestibles, vigilando éstas para que no expendieran productos “averiados3

A pesar de las medidas, como dijimos, el 10 de julio de 1918 una “grippe torácica” empezaba la cuenta de los decesos por gripe, neumonía, bronconeumonía y bronquitis en Venta del Moro. Era difícil diagnosticar la gripe y la neumonía.

El 15 de septiembre de 1918, el alcalde venturreño exponía literalmente: “la grave situación porque atraviesa la nación entera a causa de la enfermedad reinante de grippe y que afortunadamente nos encontramos en este término municipal, por las noticias que diariamente adquieren, en el mejor estado de salud pública, creía conveniente tomar las cuantas medidas eran necesarias para la desinfección inmediata si algún caso ocurre... que esta enfermedad fácilmente se propaga por medio de la respiración, por eso es muy recomendable la ventilación en las habitaciones particulares y muy especialmente en los casinos, círculos de recreo y centros donde generalmente se reúnen mayor número de personas, sin olvidar los lavaderos”.

Se acordó dictar bandos y reglas bajo estricta observancia y se aceptaron gastos de desinfección y medicamentos para pobres.

Entre ese 10 de julio de 1918 y el 27 de febrero de 1920, cuarenta y cinco venturreños fallecieron por “grippe” y enfermedades derivadas. En la segunda oleada, más letal, entre el 16 de octubre y el 30 de noviembre de 1918, fallecieron quince venturreños, con una mayor incidencia en Jaraguas y algo menor en Casas del Rey4. La gripe, esta vez, se complicaba con una neumonía bacteriana causante de la mayor parte de las muertes. Los pacientes tenían problemas en respirar y se ennegrecía toda la piel. Los pulmones se congestionaban por sangre hemorrágica y morían asfixiados.

Ante la epidemia, el Ayuntamiento de Venta del Moro aceptó la cuenta de 195 pesetas gastadas en desinfección, socorros a enfermos pobres e imprevistos de la epidemia.

Por un acuerdo municipal de 19 de enero de 1919 se buscaban fondos de la parroquia y de los vecinos para llevar a cabo el proyecto de ampliación del cementerio al poniente y al norte por el aumento de población y defunciones y porque no estaba en condiciones de salubridad, “ni con los adelantos del siglo”.

La gripe estaba causada por un virus (ya lo sospechaban algunos científicos en 1918), no por una bacteria como creían en el momento. Se vacunaban contra el bacilo de Pffeifer que bloqueaba infecciones bacterianas secundarias, pero en muchos casos fueron ineficaces. Fueron más eficaces las cuarentenas y separación de enfermos y sanos. La cepa era la H1N1 y aún está viva en un laboratorio de Atlanta, Georgia. La primera vacuna contra la gripe A la inventó el ruso A.A. Somorodintseff en 1936.

Al igual que pasaba con el cólera, cuando llegaba la epidemia a un lugar se sucedían las muertes por contagio. Entre el 29 de marzo y el 15 de abril de 1919 murieron cuatro personas por bronconeumonía y bronquitis en Las Monjas. El 23 de marzo de 1919 se acordó proceder a la vacunación obligatoria de todos los pobres de solemnidad según orden del gobernador y las vacunas fueron adquiridas al Instituto del doctor Selma en Zaragoza.

En el pequeño caserío de La Muela, entre el 4 de febrero y de 25 de marzo de 1920, se sucederán cuatro muertes por bronquitis capilar y aguda en tres niños entre cero y un año y otro de once años. La única aldea sin constancia de decesos fue Los Marcos.

Por sexo, los fallecimientos están repartidos al 50%. Afectó más a los recién nacidos o de pocos años, edades medias y ancianos. Los venturreños en edades de la pubertad y juventud fueron los menos afectados.

Poseemos datos también de Requena5, donde se registraron 104 fallecidos oficialmente de gripe en sus variantes de “grippe”, “pulmonía grippal”, “septicemia grippal”, “bronconeumonía grippal” y otras. Este número de fallecimientos se elevaría si adicionáramos los muertos por bronquitis, bronconeumonía, bronquitis capilar o pulmonías sin el calificativo de gripal. Un foco muy importante de la gripe se desarrolló en las aldeas de Los Duques y Campo Arcís y también causó decesos en Casas de Eufemia y Los Ruices, cercanas a Venta del Moro. Fueron numerosas las medidas adoptadas por la Junta Local de Sanidad de Requena como habilitar un local para enfermos contagiosos; hervir las ropas de enfermos y lavarlas en el río Magro; la desinfección diaria de iglesias, cafés, teatros y sitios públicos; alojar a los obreros que estaban vendimiando, sin permitirles pernoctar en la vía pública; añadir cinco gotas de tintura de yodo en las comidas y otras cinco en la cena en un poco de vino o leche; riego diario de calles con disolución de cloruro de calcio, etc .

La Organización Mundial de la Salud advirtió en 2005 de un riesgo importante de epidemia mundial de gripe en un futuro cercano, con la máxima probabilidad de que derive del tipo de gripe aviar. Esperemos estar prevenidos. 

 

1 Muchos de los datos generales sobre la pandemia han sido tomados del libro de Laura Spinney “El jinete pálido: 1918 la epidemia que cambió al mundo”. Barcelona, Crítica, 2018, 348 p.
2 Libro de actas del pleno del Ayuntamiento de Venta del Moro 1916-1920 (Archivo Municipal de Venta del Moro C1/3)..
3 Libro de actas de la Junta de Sanidad de VdM (AVdM C-506/3).
4 Datos de fallecimientos tomados del Registro Civil de Defunciones del Juzgado de Paz de Venta del Moro.
5 Registro civil de fallecimientos de Requena (Juzgado).

 

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

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