LA FAMILIA BALLESTEROS PARDO:

PASTORES EN LA RAMBLA ALBOSA

© Marcial García Ballesteros

El pastor Bonifacio Ballesteros con su esposa e hijas Lucía e Isabel, cerca de Sisternas (1957). Foto: Marcial García Cañabate.

RESUMEN

La familia de Bonifacio Ballesteros (1894-1965) fue la última de una tradición de pastores con este apellido nacidos en Venta del Moro. Un estudio genealógico realizado por curiosidad hacia mis orígenes, la aparición entre los recuerdos de hermanos, tías y primos de algunos cuadernos manuscritos interesantísimos, la consulta del extenso archivo fotográfico de mi padre y, no menos importante, el empujoncito significativo de Nacho Latorre, me han llevado a este intento, más emotivo que científico, de dar una vuelta por la Albosa acompañando a mi abuelo y sus ovejas.

INTRODUCCIÓN

Estudios serios se han ocupado sobre el pastoreo y la trashumancia en nuestro país. Un libro interesantísimo trata sobre la rambla Albosa en su parte requenense 1 y diversos trabajos de Latorre, Yeves y otros han ido apareciendo en El Lebrillo Cultural. Todo ello nos ha llevado a determinar la gran importancia del pastoreo como forma de vida dentro de nuestra comarca y, en concreto, a lo largo de la rambla Albosa, que cruza los términos de Venta del Moro y Requena, zambulléndose por fin en el río Cabriel, si bien alarga su influencia humana hasta la provincia de Albacete, en los lindantes términos de Casas de Ves y Villatoya.

En el Padrón General de Venta del Moro de 1857, para un censo de 2.165 vecinos, se contabilizan 38 pastores, que suman 72 almas si incluimos mujeres e hijos, es decir que más del 3,3% de la población vivía del pastoreo. Puede parecer un porcentaje minúsculo, pero en una ocupación que requiere grandes espacios para que el ganado paste y distancia entre ellos para que no se solapen, además de apriscos para el invierno y una venta de carne, lana y derivados suficiente para la manutención de la familia, es una cifra importante 2.

ANTECEDENTES FAMILIARES

Hasta donde alcanzan los datos genealógicos localizados, encontramos a Juan Ballesteros e Isabel Enguídanos, naturales y vecinos de Caudete de las Fuentes, como los Ballesteros más antiguos de la familia, en el último tercio del siglo XVIII. Su hijo, Juan Antonio, nacido a principios del siglo XIX en Caudete, se casó con Ana María Martínez, de Venta del Moro, y se asentaron en dicho vecindario, en el que nacieron y vivieron las siguientes generaciones de Ballesteros.

Francisco Petronilo Ballesteros Martínez (1842), hijo de los referidos Juan Antonio y Ana María es el primero del que sabemos, por transmisión oral, que pastoreaba ganado. En el padrón de 1857, tanto Petronilo como su hermano mayor, Cecilio, y el padre, Juan Antonio, figuran como jornaleros, pero el hecho de que Petronilo emparente con Isabel Tébar, una chica de Casas de Ves (Albacete), ya nos lleva por la rambla Albosa. Además, las procedencias familiares de principios y mediados del XIX son todas de lugares como la propia Albosa, Los Cojos y Casas de Ves, lo que demuestra un desplazamiento a lo largo de la rambla que reafirma el tema del pastoreo.

Petronilo Ballesteros da a las generaciones siguientes el nombre popular y hasta llegar a mi madre y hermanos, todos los Ballesteros serán conocidos por el mote de “Los Petronilos”.

Los nombres familiares no dejan indiferente. La ancestral costumbre de denominar a los hijos con el santo del día en que nacían, en los Ballesteros se cumplía a rajatabla. Su hijo Saturnino, mi bisabuelo, tendrá a Estebana, Valeriano, Nieves y Bonifacio (mi abuelo), por lo que casi ningún nombre de varón se repite en las distintas generaciones. Esto ha facilitado no solo la búsqueda de datos, sino también el que sus recuerdos se hayan mantenido frescos en la familia.

Por los libros de quintas sabemos que los Ballesteros no se distinguieron nunca por su altura, pues todos fueron exentos del servicio militar por cortos de talla. Por dichos libros y los padrones sabemos también del desplazamiento familiar por la rambla. Saturnino entró en quintas en 1885, residiendo en la Casa Lázaro (cerca de Casas de Eufemia).

Saturnino Ballesteros Tébar es el primero de la familia que se hizo un retrato, tomado en la Feria de Utiel, con toda probabilidad hacia los años treinta del siglo XX.

Casado con Petra Pardo, también de Casas de Ves, lo haría también, en segundas nupcias, con Severina Martínez, de Requena, años más tarde, teniendo hijos de ambos matrimonios.

Casa Nueva del Conde en las cercanías de Las Monjas, donde nació el último Ballesteros pastor (febrero 2015) (Foto del autor)

BONIFACIO BALLESTEROS, PASTOR

Llegamos así al último de los pastores Ballesteros. Bonifacio Ballesteros Pardo, hijo de Saturnino y su primera esposa, Petra, nace en la Casa Nueva del Conde (cerca de Las Monjas) el 14 de mayo de 1894 3 y es bautizado en la Iglesia de Venta del Moro dos días después. La Casa Nueva del Conde era, como tantos otros caseríos a lo largo de la rambla, casa de labor y aprisco de ganado.

Entre los recuerdos familiares se conservaban dos cuadernos escritos por mi abuelo Bonifacio y una libreta de mi tío Gregorio, el único varón de los ocho hijos del pastor. El estudio de estos cuadernos, escritos por Bonifacio con buena letra y claridad de expresión, nos ha permitido hacernos una idea de cómo era la vida de un pastor que pasó su vida arriba y abajo de la rambla Albosa, con un ganado de ovejas y cabras de mediano tamaño y llevando consigo a una esposa delicada de salud, un único hijo que le ayudaba en el trabajo y varias hijas. De éstas, unas fueron muriendo de pequeñas o jóvenes, otra fue dada en adopción y otras les acompañaron hasta la vejez, aunque con etapas de trabajo en otras poblaciones, como sirvientas, aportando a la familia lo poco que ganaban.

Florencia Pardo y Bonifacio Ballesteros (1957).

Bonifacio se casó en septiembre de 1919 con Florencia Pardo Pérez, de Los Sardineros (otra vez la rambla Albosa), seis años más joven que él (1900), también de familia relacionada con el pastoreo (padre de Casas de Ves y madre de Los Cojos).

En julio de 1920 nació su primera hija, Librada, en Los Sardineros, que morirá dos años después. En julio de 1923 nació la segunda, Inocencia, en las Casas del Císcar, pertenecientes a Casas del Río (Requena), donde fue bautizada, siendo inscrita, qué curioso, en Balsa de Ves (Albacete). La niña murió en noviembre, con cuatro meses. Un año después, noviembre de 1924, de nuevo en Los Sardineros, nació la que durante veintitrés años será la mayor, Remedios, bautizada en Los Isidros, a quien su hermano y todas sus hermanas adoraban por su alegría y buen carácter.

Creemos que estas primeras defunciones debilitaron la salud de mi abuela, tanto física como mentalmente. En marzo de 1928 nació Felicitas en la Muela de Abajo o Muela Herrera, cerca de Los Duques (Requena), siendo bautizada en Los Isidros y unos meses después, agosto, Bonifacio tuvo que ingresar a su mujer en un hospital de Valencia y a la pequeña Felicitas en la inclusa de la capital, pues él solo no podía hacerse cargo de las dos y del rebaño. Es entonces cuando compró el primer cuaderno y comenzó a anotarlo todo:

“24 de Agosto de 1931: Esta libreta contiene todas las cosas escritas de no querer que se olviden, es memorial de mis cargos... tiene tres años en mi poder... Esto se escribió en los Vallejos del Carbonero por Bonifacio Ballesteros”.

En el cuaderno vemos fechas de nacimientos y muertes, gastos, cobros, trabajos, lugares de paso y explicaciones de hechos. Esta variedad de datos y la forma en que se explican, me extrañó mucho en primera instancia, dado que estaba escrita por un pastor dedicado al rebaño y a la familia. ¿Cómo sabía escribir así? Mi amigo Alfonso García Rodríguez, con varios trabajos sobre la educación en la comarca, me sacó de dudas: los pastores, aunque fueran poco tiempo a la escuela y solo en breves estancias, tenían mucho tiempo en el monte para leer, por lo que su cultura personal estaba por encima de la de otros oficios y la tasa de analfabetismo entre pastores era muy baja.

Ocarina. Instrumento de barro cocido que perteneció a Bonifacio Ballesteros (Foto del autor)

Bonifacio, además de llevar siempre alguna novela en el zurrón (conservo una de Zane Grey con sus anotaciones), practicaba la música con su flauta de caña, su viejo clarinete y una ocarina de barro, reparada por él con barro cocido, que mi madre me regaló antes de morir y que conservo.

Aquella enfermedad de Florencia en 1928 requirió de una drástica decisión. Bonifacio entregó a Felicitas a una familia de Albal, Emilio Chardí y Carmen Vila, en adopción. A pesar de este hecho, Felicitas, que a partir de entonces fue llamada Carmen, no perdió nunca el contacto con sus verdaderos padres y, sobre todo, con sus hermanas y fue una de las más queridas y visitadas por mi familia.

Repuesta, al menos en lo físico, Florencia volvió a la rambla. En intervalos de dos años nacieron cuatro hijos más: Gregorio, en la Muela de Abajo (1929), Justa, en la Muela de En Medio, cerca de Casas de Cuadra (1931) y las pequeñas Isabel (1933) y Lucía (1935), ambas en la casa de Sevilluela, cerca de Venta del Moro, donde ambas fueron bautizadas e inscritas.

Gregorio Ballesteros, en la Muela de En Medio, hacia 1940

Gregorio escribía años más tarde en su libreta: “Gregorio Ballesteros Pardo. Nacido en Muela de Abajo el 28 de Noviembre de 1929 y hoy, a 4 de Diciembre de 1950, se halla en las Casas de Sisternas, habiendo vivido en sus días de vida en los siguientes sitios: Muela de Abajo, Muela del Medio, Sevilluela, Casas del Rey, Las Monjas, Casas de Garrido, Los Ruices, El Cabildo, Casas de Eufemia, Casa de Lázaro y Sisternas”.

El denominador común de este trasiego fue la rambla Albosa. La familia vivía del ganado. Por un lado llevaban ganado de otros dueños a cambio de casa, más bien abrigo, puesto que se les deja una habitación junto al corral. Es la llamada casa del pastor. Por otro lado, llevan su propio ganado e intercambian por todo aquello necesario para vivir. A principios de los treinta, Bonifacio escribió en su cuadernos que ha tratado con aceite, grano, patatas, vino, leña y venta de crías del ganado (él les llama reses), 1.554 ptas 4.

Durante algunos años anotó, además, por cuánto había vendido su propio ganado. En Muela de Abajo y del Medio: 1928 (457 ptas.), 1929 (200 ptas.), 1930 (258 ptas.), 1931 (375 ptas.), 1932 (380 ptas.). En Sevilluela: 1933 (352 ptas.), 1934 (283 ptas.) y 1935 (421 ptas.).

En junio de 1931 llevó a su mujer Florencia a un conocido curandero de Petrel (Petrer) y anotó el gasto: 

“Auto de ir y venir: 30 ptas.; Visita al curandero: 5 ptas.; Medicinas: 3,60; unas Ratas y demás ¿?, 0,40; De tabaco y papel: 1,35; la Barba en Casas de Eufemia: 0,40 ptas.

En junio de 1935 la familia entró en Casas del Rey, casa de Patrocinio Monteagudo. Tendrá allí su base familiar durante toda la guerra civil.

“Hoy 16 de Octubre de 1936 lo pasé en las viñas de Carrasca Alta por la mañana y a la tarde en las Huertas. Mañana voy también a Carrasca Alta, sindicato de la UGT de Casas del Rey, autorizado”.

Pasada la guerra, seguía en el término venturreño:

“Entré en Las Monjas el día 29 de Junio de 1939. Me entregué de reses de Mayor 44 ovejas y resuchos, 2 son de mayor, 46 corderas, 11 mayores, 3 pequeñas, suman 14. Corderos con resucho, 4. Cabrío, 3. Suman total 67 cabezas”.

En el cuaderno apreciamos el valor de venta del ganado, según sus clases: “Cordero temprano, 34,50 ptas.; segundo cabrito, 32 ptas.; tercer cabrito, 28,50 ptas.; borrega, 35 ptas.; cordero modorro, 24,50 ptas.; cabrito, 81 ptas...”.

Bonifacio con su hija pequeña, Lucía, en la Feria de Utiel a principios de los años 40

LA INFORMACIÓN DE LOS CUADERNOS

En cuanto a genealogía, Bonifacio anotó en los cuadernos, en algunos casos varias veces, donde habían nacido y fallecido cada una de sus hijas e hijo, además de los datos de esposa, padres y suegros.

En lo referente al sustento, se anotaron las ventas de ganado, las compras y los intercambios de artículos de primera necesidad y comestibles, con especial atención en aceite, vino, etc.

En los años 1935 a 1939, con la guerra de por medio, vemos como llevó las cuentas de las“aniagas” 5 durante la estancia en Casas del Rey. Por lo especificado en el cuaderno, el valor de estas aniagas debió ser, casi siempre, en especie, pues Bonifacio anotó cuándo tomaba dinero y cuándo lo hacía en patatas, vino, aceite... o incluso en ganado (“una Barraja de 1 año”).

Bonifacio habla en esos años del embasado de las aniagas a la vez que cita medidas como fanegas y celemines, lo que podría indicar que esas aniagas eran “cobradas” en cereal que luego vendían por su cuenta.

Otros datos muy importantes de los cuadernos son las fechas, que nos cuentan sus traslados, familia y ganado a un tiempo, siempre dentro del territorio de la Albosa.

“Empecé a entrar en Casas de Lázaro y vivir el día 6 de Julio de año 1944 hasta el día 7 de Diciembre de 1945. Salido, en Sisternas entré a vivir el día 8 de Diciembre de 1945”.

También resulta curiosa la información meteorológica; costumbre que heredará también su hijo Gregorio en la libreta que conservamos.

“Año de 1950. Comienza seco con pocas lluvias. Enero, Febrero, Marzo, Abril, secos, Mayo a 8 truenos y un poco llover, a 12 vuelve a llover todo el día pero poco. A 14 grandes tormentas, granizadas y mucho agua, a 15 vuelven las tormentas y mucho llover, grandes avenidas por todas las cañadas, ramblas y barrancos...”.

Bonifacio Ballesteros con sus nietos en la Fuente de los Patos de Requena (1964). Fotografía Marcial García Cañabate.

Desde el asentamiento en Sisternas, del que ya solo saldrán para vivir poco tiempo en una casa de la Villa requenense y luego con las hijas, el cuaderno nos dice que Bonifacio ya solo se ocupaba del ganado del caserío, sobre todo del de la familia de los “Cabilderos”, dueños de la casa donde vivía la familia Ballesteros Pardo. El cuaderno detalla los propietarios de las ovejas que lleva en estos últimos años, entre 40 y 80 según temporadas, de las cuales casi la mitad son propias.

En Sisternas, hacia 1954, conoce su hija pequeña, Lucía, al que será su marido, el fotógrafo Marcial García Cañabate, mi padre, quien hará a su suegro varias fotografías. La más conocida en Venta del Moro es la realizada en Sisternas y que se ubicaba erróneamente en Los Marcos.

Las cuentas del dinero ganado con el ganado propio, tanto ovino como caprino, fueron siendo mejores cada año. De 1.372 ptas. de las cabezas vendidas en 1946, llega las 6.137 ptas. de 1958 o las 10.088 de 1954. Este dinero, una vez casadas las hijas y con el hijo, Gregorio, trabajando en una fábrica de Barcelona, será ahorrado en su mayor parte y le permitirá comprar una casa en la calle Casares del barrio de la Villa de Requena y ayudar un poco a sus hijas cuando, una vez fallecida su esposa en el verano de 1958, pasó a vivir con las tres pequeñas, Justa, Isabel y Lucía, por el sistema de meses.

En su casa de La Villa todavía conservó algunas ovejas, con las que mi hermana y yo pudimos jugar. Bonifacio Ballesteros Pardo murió en casa de su hija Isabel, en Alaquás, el 12 de octubre de 1965. Fue enterrado. Su recuerdo, con el pitillo liado en la boca, el garrote siempre en la mano y la boina siempre en la cabeza, nos sigue acompañando. A petición de Nacho, hemos pasado copia digital de los cuadernos de Bonifacio y Gregorio a la Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro, para que puedan ser consultados libremente en Internet.

Bonifacio Ballesteros con el rebaño en Sisternas (1955) (Fotografía Marcial García Cañabate).


1. ARGILÉS GÓMEZ, Vicente y SÁEZ LÓPEZ, Vicente, De vuelta por el Municipio de Requena. La Albosa Requenense, Requena, Caja Campo, 2008.

2. La cifra sería mayor si hubiera sido posible determinar otros ascendientes, como padres o abuelos, que vivieran a cargo de las mismas familias.

3. La festividad de San Bonifacio se celebraba el 14 de mayo, fecha del nacimiento del santo, hasta que la iglesia lo trasladó al 5 de junio, fecha de su muerte, que es la actual.

4. 1.500 pesetas venía a ser el sueldo medio anual de un funcionario municipal en los años treinta y hasta poco después de la guerra civil.

5. La aniaga, según el Diccionario del Lenguaje Histórico, de Yeves Descalzo, era “el salario que se daba al obrero del campo por su trabajo, muchas veces en especie, como añadido al jornal o sueldo por el que se contrataba anualmente al mozo de mulas o de labor”.

 

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

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