LOS HORNOS IBÉRICOS DE LAS CASILLAS DEL CURA DE VENTA DEL MORO.

Autor: Asunción Martínez Valle (Arqueóloga)

La Cultura Ibérica

El nombre de "ibérico", por primera vez, se documenta entre los historiadores y geógrafos griegos. Las noticias más antiguas sobre Ibéria las proporciona Hecateo de Mileto quien en el s. VI a C se refiere a una zona meridional de la Península relacionada con el río "Hiberus" (el río Tinto) en una región limítrofe por occidente con Tartessos.

Conforme los griegos fueron penetrando en la Península Ibérica extendieron esta denominación a todas las tierras al sur de los Pirineos y como ibéricos conocían ellos a los pueblos prerromanos con los que contactaron. De esta manera Iberia e iberos en Griego equivale a Hispania e Hispanos en Latín.

El fenómeno cultural que desde el último tercio del s. XIX se viene denominando como "Cultura Ibérica" es el resultado de un proceso de aculturación que se produce en los pueblos indígenas de la Península Ibérica por contacto con los pueblos coloniales que desde el s. VIII a C comienzan a frecuentar las costas mediterráneas.

La Cultura Ibérica se enmarca entre los ss. VI al I a C y se extendió desde Huelva, por todo el Levante mediterráneo y Cataluña hasta el sur de Francia, aproximadamente hasta el Languedoc, penetrando hacia el interior por buena parte de la Mancha y el Valle del Ebro hasta la altura de Zaragoza, con mas de 1100 km. de extensión.

Desde los inicios del Bronce Final s. IX a C, la Península Ibérica se ve inmersa en la influencia de varias corrientes culturales y étnicas: las influencias atlánticas, las célticas centroeuropeas con la cultura de los Campos de Urnas y las mediterráneas por donde penetrarán fenicios y griegos y más tarde púnicos y romanos.

Desde el 900 a C el foco tartésico, centrado en Huelva desarrollará una artesanía de alto nivel destinada a la sociedad indígena. En otras áreas peninsulares, fuera del influjo tartésico, durante el Bronce Final y el Hierro Antiguo (ss. IX- VII a C) se producen un nuevo patrón de asentamiento, con la creación de nuevos núcleos de población. Todos estos cambios que se están produciendo en la Península crearán unas condiciones óptimas para los intercambios culturales que se verán propiciados por la llegada de los Fenicios.

La actividad fenicia afectó a todo el arco occidental mediterráneo y cuando los griegos de Focea entran en contacto con la Península a través del establecimiento de nuevas colonias en las costas catalanas, encuentran ya una población en la que se pueden apreciar las influencias mediterráneas.

Como consecuencia del variado sustrato sobre el que influyen las culturas mediterráneas la Cultura Ibérica no es homogénea y en ella coexisten diversas tradiciones y etnias, conocidas algunas de ellas por las fuentes históricas de la antigüedad. En todo este mosaico cultural se distinguen claramente las zonas donde existen establecimientos coloniales del resto, donde los adelantos y los aires renovados del Mediterráneo tardarán más en llegar.

La Cultura Ibérica se divide básicamente en tres periodos, no muchas veces bien definidos: Ibérico Antiguo (ss. VI y V a C) caracterizado por el abandono de los modelos orientalizantes si bien todavía se conservan rasgos del hierro antiguo como son las importaciones fenicias y griegas. El Ibérico Pleno (ss. IV y III a C), es el momento cumbre y de máximo desarrollo de la Cultura Ibérica, etapa que se materializa en el desarrollo de las ciudades y el abandono de la sociedad aristocrática, la expansión de la escritura, la falcata, las cerámicas pintadas etc. Esta fase terminará con el inicio de la segunda guerra púnica y la llegada de los romanos a la Península.

Finalmente conocemos como Ibérico Final (ss. II y I a C) al periodo de transición de la sociedad ibérica a la romana. Esta fase significará el final del mundo ibérico y el desarrollo paulatino del proceso romanizador.

 

La Cultura Ibérica en la comarca de Requena- Utiel.

 

Tanto por las investigaciones arqueológicas de los últimos años como por los textos clásicos sabemos que los íberos se organizaban en territorios autónomos entorno a un lugar al que ya podemos denominar ciudad. El estudio de la Cultura Ibérica en la comarca de Requena Utiel se articula en torno al yacimiento de Los Villares de Caudete de las Fuentes. Kelin como se denomina en las monedas que acuñó, es sin duda el yacimiento más importante y emblemático de la comarca, en torno al cual se organiza el territorio.

Ya desde el siglo VII a C la loma de los Villares se encuentra habitada y continuará ocupada hasta el s. I cuando parece ser que por motivos de la guerra civil entre los partidarios de Sertorio y Pompeyo cae Kelin, como el resto de ciudades afines a Sertorio,.

A partir del siglo VI se aprecia en el poblamiento de los Villares unos cambios importantes en la organización del espacio y los materiales asociados con estos. Las producciones cerámicas ibéricas, mayoritariamente, están realizadas a torno imitando en algunos casos las formas fenicias, se documentan las primeras cerámicas griegas importadas como las copas jonias y las denominadas cerámicas de figuras negras.

El ascenso de Kelin a partir del s. VI será paulatino, articulando todo el territorio comarcal y organizando el espacio en función suyo, con un sistema defensivo que protegerá su territorio, unos lugares de culto y unos centros de producción que mantendrán también una relación.

En el estado en que se encuentra la investigación es difícil precisar las fronteras del territorio Kelin. De igual manera, tampoco podemos asegurar que etnia o poblado de los conocidos por las fuentes clásicas pudo ocupar esta comarca, pero indudablemente Kelin y su territorio ocupan un lugar destacado dentro de la Cultura Ibérica y su posterior transformación a la romanización.

 

El yacimiento arqueológico de Las Casillas del Cura (Venta del Moro).

 

El yacimiento arqueológico de las Casillas del Cura está situado en las estribaciones de la Sierra del Rubial, a una altitud aproximada de 900 m sobre el nivel del mar, en las proximidades del río Cabriel, límite occidental de la provincia de Valencia que separa las provincias de Albacete y Cuenca (*1).

La Sierra del Rubial está formada por un anticlinal que sigue una orientación NO-SE, con un suave relieve en ladera hacia la meseta de Requena- Utiel y una pendiente más pronunciada hacia el río Cabriel con un 5% de desnivel y una orografía mucho más accidentada por el curso de sus numerosos barrancos.

Las Casillas del Cura se encuentra ubicado en una suave ladera orientada al SO, con varios aterrazamientos dedicados al cultivo de la vid y sobre un llano amesetado, desde el que podemos divisar prácticamente toda la meseta de Requena- Utiel, territorio de Kelin, y parte de la Manchuela, que pertenecería al territorio de Ikalesken (Iniesta).

Las Casillas del Cura es un yacimiento especializado en la producción cerámica con varios hornos para cocer cerámica y, en torno a éstos las dependencias relacionadas con el taller. La dispersión de material cerámico de época ibérica en superficie es muy elevada pero la mayor concentración de esta se da junto a los hornos, motivo por el que la gente de Venta del Moro conoce a esta parcela como "El Pedazo de las Cucas".

El alfar de las Casillas del Cura debió abastecer a un amplio territorio que excedería los actuales límites comarcales durante un período que se encontraría entre los momentos finales del Ibérico Antiguo y los primeros años del Ibérico Pleno.

En 1987 se realizó por primera vez en este yacimiento un desfonde para cambio de cultivo; la zona afectada fue la ladera, donde se encuentran los hornos y donde existe mayor concentración de material en superficie. El tractor de desfonde profundizó, aproximadamente, entre 60 y 70 cm produciendo un daño irreparable al yacimiento. En el invierno del año 1996-7 se realizó una intervención de urgencia, motivada por el deterioro sufrido por las labores agrícolas de los últimos años y por el expolio de materiales de superficie por parte de aficionados y curiosos que durante años han ido recogiendo los fragmentos decorados más llamativos.

Iniciamos los trabajos de excavación a finales del mes de octubre de 1996. A pesar del tiempo transcurrido desde que se había realizado el desfonde del campo, todavía se podían identificar tres grandes manchas de tierra oscura con abundante cerámica que corresponderían a los testares. En el talud que separa la ladera de la parte amesetada se apreciaba entre la vegetación, los restos de muros quemados de lo que podían ser los hornos. Durante esta primera campaña realizamos varios sondeos en las partes correspondientes a los testares y excavamos uno de los hornos(*2).

 

El horno Ibérico de las Casillas del Cura.

El horno ibérico de las Casillas del Cura que se excavó en la campaña del 97 (fig. ) corresponde al tipo denominado "en omega" (Falsone 1981 y Broncano y Coll 1988: 217-225). Estas estructuras presentan planta circular, cámara inferior o de fuego con un muro axial para soporte de la parrilla y cámara superior o laboratorio para la cocción de las piezas.

Cuando realizamos la excavación, el horno de las Casillas del Cura se encontraba prácticamente destruido, como consecuencia de un desmonte que se efectuó para ampliar el espacio cultivable del campo y por el ultimo desfonde para cambio de variedad de cultivo. A pesar de esto pudimos documentar su planta completa y parte del alzado en el talud junto al camino.

Para la construcción del horno se excavó una fosa en el terreno natural, constituido por un estrato de caliza blanda, donde vendría la cámara de combustión que, aislada del exterior, evitaría la perdida de calor. Esta parte inferior del horno cámara de fuego o de combustión es redonda, tiene un diámetro aproximado de 2 m, una altura de 1,30 y se encuentra dividida en dos partes por un muro central que servía de soporte a la parrilla que sustentaba las piezas cerámicas durante la cocción. Toda la cámara excavada está recubierta por adobe y por un revestimiento de arcilla.

El suelo del horno presentaba una ligera pendiente ascendente desde el corredor de acceso hacia la parte posterior de la cámara para que, de esta manera, se favoreciera el tiro y la circulación del calor. En esta parte del corredor de acceso a la caldera, se concentraría la mayor cantidad de fuego y es donde encontramos un gran acumulación de cenizas en el momento de la excavación.

Sobre el alzado del horno poco podemos decir, pero suponemos que las paredes serían de adobe, rectas formando un cilindro, donde existiría una puerta para introducir las piezas y un sistema de ventilación o chimenea que permitiese regular las distintas cocciones.

En el momento de la excavación, todo el espacio interior de la cámara de fuego se encontraba relleno de una fina arena y de fragmentos de grandes recipientes cerámicos; por encima de este relleno se encontraban los restos del derrumbe de la cámara superior que sería la parte visible del horno.

Por la parte externa de la parrilla, todavía, se podían apreciar los restos de un muro de adobe que formaría la pared del laboratorio. A poca distancia de ésta y a escasos centímetros de la superficie, una alineación de piedra, muy mal conservada, delimitaba el perímetro de la estructura del horno, quedando un espacio interior entre este muro y los adobes del interior que podría formar una cámara de dilatación; por la parte externa de los restos del muro de piedra quedaban fragmentos de un revoque de arcilla, que recubriría la estructura y que serviría para rellenar el espacio que quedase entre las piedras.

 

Las ánforas del interior del horno.

Los materiales, recuperados en el interior de las cámaras de fuego, corresponden todos a recipientes de contención, siendo en su mayor parte ánforas. A partir de los bordes y de las bases estamos intentado reconstruir algún perfil completo, pero el gran número de fragmentos informes hace que esto resulte muy difícil. Hemos diferenciado, a pesar de que hay muchos fragmentos inconexos, por el número de bordes al menos, doce ánforas diferentes. En este sentido se han inventariado más de 3000 fragmentos procedentes de estas doce ánforas principalmente y durante la última campaña de restauración realizada en el Museo Municipal de Requena (verano del 2002) se ha lavado todo el material y hemos conseguido restaurar casi una de las ánforas por completo.

Del conjunto de ánforas de las Casillas del Cura, en general, se puede decir que todas presentan importantes defectos de fabricación, fracturas en "S", producidas por acción del calor, deformaciones por exceso de temperatura y, en general, acabados muy poco cuidados, lo que nos hace suponer que, una vez el horno quedó en desuso se utilizó para desecho de estas ánforas que, por distintos motivos, no se pudieron comercializar.

Todas las piezas que hemos recuperado, presentan características formales similares, hombro redondeado, paredes rectas, base convexa y mayormente bordes con tendencias triangulares; sus rasgos morfológicos, permiten que podamos considerarlas como imitaciones de las ánforas fenicias. Es lógico pensar que los artesanos de la zona imitasen las primeras producciones de ánforas que llegan de ultramar como ocurre con otras formas cerámicas.

 

Los materiales cerámicos de la excavación.

El volumen de material cerámico extraído de la primera campaña de excavación ha sido muy elevado a parte de las ánforas recuperadas en el interior del horno, se han inventariado numerosos fragmentos que pertenecerían a 2.384 recipientes diferentes. Del recuento total de piezas, esto es de los 2.384 recipientes diferentes, la forma que más se repite corresponde a las tinajas y tinajillas con porcentajes que sobrepasarían el 50% de la producción total de los hornos. Continua los platos, que representan algo más 15 %; por debajo de los platos las ánforas con un porcentaje algo superior al 7%; le siguen los soportes y caliciformes que rondan el 3,75% del porcentaje en ambos casos y luego aparecen los lebetes que representan aproximadamente el 3,30%. Con el 2'60% están representadas las urnas de orejetas perforadas y por debajo de estas y sin llegar a alcanzar en ningún caso el 1% de la producción, tenemos una serie de formas constatadas como morteros, pitorros vertedores, microvasos, tapaderas, botellas y botellitas, toneles etc., considerándose todas estas formas producciones minoritarias del alfar.

Resumiendo podemos decir que la producción de Casillas del Cura esta volcada, casi en un 75 %, en la producción de tinajas, tinajillas, platos y ánforas. Dentro de estos grupos la variedad es considerable destacando dentro de las tinajas y tinajillas las sin hombro, con cuello destacado y moldurado; dentro de los platos los más comunes son los de borde exvasado y dentro de las ánforas las de labio triangular o en bisel interior.

 

El funcionamiento del alfar. El aprovisionamiento de la materia prima.

Un tema importante para un alfar cerámico es el aprovisionamiento de materias primas; la existencia de vetas de arcilla y de minerales desgrasantes junto con el agua y el combustible son los requisitos indispensables para la ubicación de un alfar. Las Casillas del Cura está situado junto al nacimiento de dos barrancos, el de Corael a y el del Moro, pero en el propio yacimiento existe un manantial de agua que debió jugar un papel fundamental para la elección del lugar y su explotación para las necesidades del horno. Aunque el caudal actual no es muy copioso, debió ser suficiente para el proceso de producción y el consumo de la población adjunta al alfar.

Junto al aprovisionamiento de arcilla son necesarios los materiales usados como desgrasantes, sílice o calcitas, para conseguir plasticidad en las pastas y evitar la ruptura de las piezas por estar confeccionadas con arcillas excesivamente depuradas. La adición de aplásticos silíceos es muy adecuado para las altas temperaturas. La arena de rodeno podría haber sido el desgrasante utilizado en Casillas del Cura, ya que existe una cantera junto al yacimiento que aunque actualmente se encuentra abandonada, mantiene indicios de haber estado en explotación durante años.

El potencial agrícola de la zona, basándonos en el mapa de cultivos y aprovechamiento del suelo (*3), es bastante limitado. La propia naturaleza rocosa de la sierra impide cultivar en casi toda la superficie insertándose los campos de viñedo y almendro entre las estrechas franjas de sedimento blando. En la actualidad, los cultivos de secano representan el 30% del terreno, la mitad de la cual la ocupa el cultivo de almendros; el regadío representa el 5% del área, encontrándose los cultivos más inmediatos a 3,5 km de Casillas del Cura.

La superficie forestal, en un área de 5 Km. de radio en torno al yacimiento, supone en la actualidad el 65 % del total. Predominan las formaciones arbóreas de Pinus Halepensis y matorral de coscoja, aliaga, brezo etc., siendo la especie de Querqus Ilex proporcionalmente escasa con respecto a las especies presentes; se trata, pues, de un territorio fundamentalmente forestal. La tala de leña, para las necesidades del horno, se pudo haber practicado a lo largo de toda la sierra, sobre las dos vertientes, siendo el transporte relativamente fácil por el trazado de la cañada de Moluengo.

En resumen, podemos afirmar que, el área inmediata de captación de recursos del horno, permitiría la explotación de las cuatro materias básicas para la producción de cerámica (combustible, agua, arcilla y desgrasante) con relativa facilidad. El potencial agrícola es reducido, insuficiente incluso para el autoconsumo de la población con los medios tecnológicos del momento, aun considerando la posibilidad de prácticas ganaderas como complemento. Un asentamiento de la extensión de éste debió de depender de otros poblados para abastecerse de productos alimenticios.

Podemos considerar por tanto el yacimiento arqueológico de las Casillas del Cura como un establecimiento especializado en la producción cerámica, que debió llevar consigo una población dedicada a su elaboración y también a la obtención de materias primas como canteros, leñadores etc., dependiente de un asentamiento mayor que se situaría a una distancia no muy alejada y que, a su vez, serviría de centro redistribuidor de la producción cerámica del alfar.

 

El proceso de elaboración de la cerámica

La producción cerámica (*4), frente a otras actividades de transformación y producción de época ibérica, se debía realizar fuera de los núcleos de población entre otras cosas, por las molestias de humos, los riesgos que se podrían producir de incendios etc. Las instalaciones por otra parte son complejas, necesitan un gran espacio y lógicamente, por motivos de economía, ubicarse lo más próximo posible a los lugares de aprovisionamiento de materia prima. Sería lógico pensar que la población alfarera viviría próxima a los lugares de producción.

El primer paso en el proceso de producción cerámico es la selección y obtención de arcillas para su posterior tratamiento; un alfar necesita una serie de dependencias relacionadas con el trabajo de la cerámica, desde el momento en que se inicia la extracción de la arcilla de la cantera. Una vez llegaba la arcilla al alfar se procedía al secado de la misma, sobre una superficie plana, que permitiese airearla debidamente para posteriormente convertir los bloques en fragmentos más pequeños. Tradicionalmente en la comarca de Requena Utiel para fragmentar la arcilla, el picado o machacado, se utilizaban los mazos de "porra de sabina"(*5) por su dureza; en las tabletas de Pentescoupia (Coll Conesa 2000: 195), que constituyen una fuente iconográfica de gran valor al reproducir el proceso de elaboración de la cerámica utilizado en Grecia, se puede ver también que tras la extracción de la arcilla se partían los terrones con mazas antes de mezclar la arcilla con el agua.

De la era de secado, la arcilla pasaba a las balsas para obtener la decantación o filtrado y eliminar los áridos contenidos en los terrones. Lo ideal es que las balsas se ubiquen próximas al lugar de aprovisionamiento del agua. En una balsa superior se colocarían las arcillas, procedentes de la era de secado, para hacer el barro liquido y limpiarlo de impurezas para pasarlo a una balsa inferior, donde reposa y adquiere la dureza adecuada para ser trasladado al taller.

Para conseguir 1 kg. de arcilla utilizable es necesario aproximadamente 10 litros de agua; de arcilla se desecha prácticamente otro kg. en el proceso de preparación del barro. El barro más depurado se utilizaría para la cerámica fina; para recipientes grandes se utilizarían pastas menos depuradas, pues se consiguen de esta manera piezas más resistentes al calor y a los golpes. Cuando el barro se asienta en la cubeta de decantación y el aprovisionamiento del agua no se encuentra próximo al lugar de ubicación de las balsas, se puede reutilizar el agua sobrante en el proceso de decantación para otras cubetas, con pérdidas del 20 al 30% en cada operación.

Tras la preparación del barro sería aconsejable su pudrición, consistente en su reposo en un lugar húmedo y oscuro para que las bacterias y microorganismos digieran la materia orgánica y evitar, posteriormente, efectos no deseados en el proceso de cocción, como la coloración oscura interna de las pastas, también denominadas "sandwich" muy típicas de la cerámica ibérica.

Una vez en el taller, se procede al pisado del barro sobre un espacio destinado a este fin, desde donde posteriormente, antes de realizar el torneado de las piezas, pasa a una mesa para ser amasado o sobado. Si no se realiza el amasado con cuidado, puede ser que las burbujas de aire que quedan en el interior de la pieza la hagan estallar dentro del horno.

Para la configuración de las piezas, desde época ibérica en la Península, se ha utilizado principalmente el torno de alfarero. Existe una representación de torno de doble rueda en un recipiente helenístico de Egipto y, según los paralelos conocidos, los tornos ibéricos debían de ser bajos y de rueda grande muy similares a los utilizados en la alfarería tradicional española hasta el siglo XX. Este tipo de tornos estarían movidos por un auxiliar alcanzando una gran capacidad de revolución.

Una vez torneada la pieza se traslada a la sala de oreo para que se seque despacio y, de esta manera, evitar que se agriete el recipiente por un proceso demasiado rápido. El primer secado de la pieza podría haberse llevado a cabo en las habitaciones próximas al horno para reaprovechar de esa manera el calor residual hasta adquirir la consistencia que se denomina "dureza cuero", una vez se consigue esta se saca la pieza al exterior donde se producirá el mayor secado, anterior a la cocción. En el momento en que se alcanza la dureza cuero es cuando se aplican las asas y los diferentes elementos de prehensión o se realizan las decoraciones incisas y estampilladas.

En cuanto a la decoración de las piezas, la más documentada en el alfar de las Casillas del Cura es la decoración pintada a pincel. Para la coloración se solían utilizar pigmentos disueltos en agua; los colores se solían conseguir con óxido de hierro, que da un color rojizo, y con óxido de manganeso que proporciona un color más negruzco, no obstante, la coloración obtenida depende de la calidad de la arcilla y de los minerales utilizados. La pintura se aplicaba con el vaso seco con anterioridad a la cocción. Para pintar los vasos solían utilizarse pinceles de una o varias puntas y el compás. La decoración a bandas se debía de realizar en el torno o torneta de pintar; una vez realizadas estas, se terminaba la decoración a mano alzada o a compás, según el motivo lo exigiera.

En otras piezas decoradas de Las Casillas del Cura se observa que han sido cubiertas con un engobe blanquecino, para el que, generalmente, se utilizaban arcillas más claras y calcáreas que las utilizadas en los vasos. Este tipo de engobe, al igual que las bandas, se aplicaba también, cuando el vaso había adquirido la dureza cuero. Otro tipo de decoración presente en este alfar es el barniz rojo, aunque está muy poco representado. Esta técnica se conseguía bruñendo la superficie pintada de la pieza, antes de su cocción o por medio de engobes y barnices fundentes. Desconocemos, por el momento, el procedimiento que se utilizaría en las Casillas del Cura para conseguir este acabado.

Cuando la pieza ya estaba decorada podía pasar al horno, donde se producía su monococción. La preparación del horno resulta también un trabajo lento y delicado. Se iniciaba con un precalentamiento denominado fase de templado del horno para alcanzar una temperatura de 280º a 300º en que se pierde el agua de deshidratación. Esta fase duraría bastantes horas, de diez a doce, hasta que las paredes del horno o una pieza colocada para este fin adquiérese una coloración negra y ahumada. Este momento marcaría el inicio y el aumento de fuego entrando en la fase de cocción, en que se deben alcanzar aproximadamente los 500º. A partir de esa temperatura es cuando se inicia la verdadera cocción de los recipientes, añadiendo la leña suficiente para adquirir los grados deseados, pudiendo durar el proceso entre 15 ó 20 horas hasta alcanzar los 900º, que marcan el final de la cocción y el inicio del enfriamiento.

La cocción no debía superar los 1000º teniendo un grado óptimo que, para las Casillas del Cura, desconocemos y que, en estudios realizados en otros hornos de la misma época, alcanzaría los 800-900º. La gran presencia de fragmentos pasados de cocción que se pueden encontrar en el yacimiento nos estaría indicando que la temperatura alcanzada en muchos casos sobrepasaría los límites deseados.

La última fase del proceso consistía en deshornar, que también implica un gasto de tiempo considerable, debiendo esperar varios días para que las piezas se enfriasen lentamente y no se produjeran roturas por cambios bruscos de temperatura.

Cualquier factor podía influir en que las piezas no alcanzaran el estado óptimo de cocción, como un cambio de pastas no testadas, un cambio de combustible, la alteración de las condiciones ambientales, desperfectos en el horno o una mala carga del laboratorio. De la atmósfera de cocción también depende el acabado de las piezas, según la mayor o menor presencia de oxígeno en las fases de combustión. Por el numero de piezas defectuosas encontradas en las Casillas del Cura se podría pensar, en este caso, la gran dificultad que debía existir para controlar todo el proceso de producción.

 

La importancia del yacimiento de las Casillas del Cura para el estudio de la Cultura Ibérica en la comarca de Requena Utiel.

 

A través de lo anteriormente expuesto es fácil comprender la importancia que para la investigación de la Cultura Ibérica tiene el alfar de las Casillas del Cura. Nos encontramos ante un complejo alfarero, único en la provincia de Valencia y solo comparable al existente en Alicante, en la Illeta dels Banyets en el Campello.

Tanto por su antigüedad como por su variada producción las Casillas del Cura es un yacimiento fundamental para comprender la iberización de la comarca y las relaciones comerciales en el territorio de Kelin. A través del estudio de las producciones cerámicas de las Casillas del Cura y de su posterior comercialización podremos llegar a entender las relaciones entre los diferentes poblados en torno al río Cabriel y fuera del ámbito comarcal.

El trabajo que se ha realizado en las Casillas del Cura no tiene sentido sin continuidad. Solo con otras campañas de excavación podremos despejar las dudas que hoy nos planteamos. ¿Para que poblados se producía la cerámica de las Casillas? ¿Quiénes eran los alfareros, población autóctona o gente llegada de otros lugares que se instalaron en un lugar idóneo para la ubicación de un alfar? ¿Cuánto tiempo permanecieron los artesanos en las Casillas del Cura y porque abandonaron el alfar durante el Ibérico Pleno?, solamente otras campañas de excavación permitirán que continuemos con esta investigación que puede aclarar también aspectos de la iberización de la comarca y puede ser un motivo de atracción del desarrollo del turismo rural de Venta del Moro.

 

 

 

 

 

Bibliografía:

 

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*1 El yacimiento se localiza en las coordenadas geográficas: long. 2º 15´ 20´´ y lat. 39º 29´10´´ de la hoja 719 del Instituto Geográfico y Catastral, escala 1: 50.000.

*2 Sobre la excavación arqueológica véase Martínez Valle, A. y Castellano Castillo, J. J. "Los hornos ibéricos de las Casillas del Cura (Venta del Moro) en Recerques del Museu d' Alcoi, 6, (1997), 61-69, donde se puede ampliar información sobre el horno, se detallan los diferentes sondeos realizados y se dan a conocer algunos de los materiales relacionados con estos.

*3 Ministerio de Agricultura. Mapa de cultivos y Aprovechamientos, E. 1: 50.000, hoja 719.

*4 Para la redacción de este apartado hemos tenido en cuenta, principalmente el estudio sobre tecnología cerámica en la antigüedad realizado por Jaime Coll (Coll Conesa 2000) y el estudio sobre el último alfarero de Requena realizado por Fermín Pardo (Pardo 198). Queremos hacer constar las similitudes encontradas en el proceso de elaboración de la cerámica en los dos trabajos a pesar de los años que separan los diferentes alfares.

*5 Las raíces de las sabinas y los enebros producen unas cepas en forma de bolas que, si son extraídas con uno de sus tallos, pueden servir de mangos.

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

Lebrillo 19