FIESTAS Y ELEMENTOS FESTIVOS TRADICIONALES EN JARAGUAS

Autor:  Fermín Pardo Pardo.


La población de Jaraguas, que desde el siglo XIII hasta 1836 perteneció al territorio municipal de Requena, como una de sus aldeas, pasó a formar parte del municipio de Venta del Moro al constituirse éste, tras conseguir la emancipación del término de Requena en esa fecha, juntamente con Fuenterrobles y Caudete de las Fuentes.
Toda nuestra comarca histórica, castellana hasta 1851 en lo civil y perteneciente al obispado de Cuenca hasta 1957, ha conservado elementos culturales que hablan de nuestra castellanía, los cuales se van desdibujando conforme pasa el tiempo con la lenta, pero progresiva, valencianización de las generaciones que se han ido sucediendo desde que nos hicieron valencianos.
El habla popular de nuestra tierra todavía conserva esos rasgos que la hacen muy semejante a la manera de expresarse las gentes de las comarcas vecinas castellanomanchegas. De esta manera, si alguien que visite nuestros pueblos pasa después a la Manchuela o a la Sierra Baja de Cuenca pensará que no ha cambiado de territorio, oyendo hablar a sus habitantes. Algo bien diferente será si pasa de la Comarca de Requena a la Hoya de Buñol, en donde el castellano de sus gentes tiene un substrato aragonés muy destacado y los valencianismos son mucho más abundantes que los que podemos encontrar entre las Cabrillas y el Cabriel.
Muchos de nuestros elementos festivos tradicionales, que se pierden por la despoblación, por la modernización de costumbres y por la valencianización, también los podemos constatar de forma semejante en poblaciones castellanas de la otra parte del Cabriel. Buen ejemplo de ellos es el esquema de celebración y rituales de la fiesta de los mayos. Nuestros Moros y Cristianos, llamados en nuestra tierra Relaciones, y en contra de lo que opinan algunos autores que no conocen, con profundidad, estas manifestaciones de teatro popular de calle, son semejantes a los que se representan o se representaban en tierras próximas de Cuenca y Albacete, marcando grandes diferencias con la forma suntuosa con que celebran esta fiesta los valencianos del Sur.
Los antiguos cantos de aguilandos de la parte alta de nuestra comarca poseen ritmos y tonadas que emparientan con aguilandos y albadas de la Sierra de Cuenca, semejantes a su vez a los cantos navideños del antiguo obispado de Segorbe.
La costumbre muy reducida en la actualidad de colgar Judas en las enramadas que se colocan para la noche del Sábado Santo y la mañana de Pascua, también es castellana y las llamadas caridás de pan que se bendice y reparte en romerías o fiestas religiosas son igualmente semejantes a las de la otra parte del Cabriel en cuanto a su elaboración, significado en la fiesta, ritual de reparto, etc.
Las actuales fiestas de Jaraguas, como las de otras poblaciones comarcanas, son fruto de una evolución y simplificación que ha ido arrinconando elementos festivos, de los cuales algunos tuvieron vigencia hasta el inicio de la guerra civil de 1936. Otros se recuperaron acabado el periodo bélico y sufrieron ese arrinconamiento después de la década de los sesenta del siglo XX. Pocos han perdurado ante el proceso modernizador y de ellos sirven como ejemplos jaragüeños la hoguera de San Francisco Javier o las de San Antón, las zahoras de Navidad y la fiesta de los mayos, conservada a pesar de su notoria decadencia y simplificación.
En dos ocasiones hemos visitado Jaraguas con el fin de poder recopilar todos los datos posibles que nos pudieran dar una idea de cómo se celebraban las fiestas de esta localidad en el 1er. Tercio del siglo XX. En 1985 nos sirvieron de comunicantes Pilar Iranzo, M.ª Carmen Sánchez, Gregoria Beltrán, Teodora Monteagudo, Dolores Monteagudo y Anastasia Nuévalos. En el presente año, el día 3 de febrero, contrastamos los datos recopilados con Pilar López Hernández y otra vez con Anastasia Nuévalos.
Con los datos aportados por estas mujeres y siguiendo el ciclo anual trataremos en este artículo de relacionar y comentar las fiestas perdidas o conservadas y la serie de elementos que han dejado de utilizarse en sus celebraciones o que siguen conservándose con mayor o menor vitalidad.
La primera fiesta del año que se celebraba de manera señalada en casi todos las poblaciones de la comarca era la de San Antón, que, aunque fuera ya del ciclo navideño, se le consideraba como una prolongación según el refrán popular que dice: "Hasta San Antón aguilandos son" o la variante: "Hasta San Antón pascuas son". A San Antonio Abad, considerado como protector de los animales domésticos, se le ha honrado desde antiguo, por parte de la sociedad agropecuaria, con hogueras y promesas de donativos e incluso de cohetes, ya que la protección de animales de trabajo, de los de consumo doméstico y los de los ganados tenían importancia fundamental en las economías de las sociedades agrarias tradicionales.
Como fiesta de invierno se relacionaba con la nieve, siendo San Antón uno de los santos nevateros según el dicho tradicional:
-De los santos nevateros
San Sebastián el primero
-¡Alto, varón!
que primero es San Antón.
En Jaraguas la fiesta de San Antonio Abad se celebraba como en otros lugares con hogueras, de las cuales se llegaron a encender alrededor de veinte en la noche de la víspera y solían montarse por grupos de vecinos. Tanto en la noche de la hoguera, como en la tarde de la festividad del 17 de enero, se solía hacer baile para la juventud. En esta fiesta de invierno era costumbre, en otras épocas, como juego de reunión, el hacer carazas, consistente en disfraces grotescos simulando fantasmas que, junto a la poca iluminación y a gritos y actitudes de pánico, provocaban la diversión y el entretenimiento.
Actualmente se encienden algunas hogueras, pero no existe ningún otro acto festivo a su alrededor.
A lo largo del mes de febrero, en fechas movibles en relación con la Pascua de Resurrección, tiene lugar el Carnaval. Actualmente y tras el intento de recuperar su celebración, después de la época de prohibición en el periodo de la dictadura franquista, se han fijado sus fechas, en algunas poblaciones, en el fin de semana anterior al miércoles de ceniza. Con anterioridad a 1936, las fechas eran el domingo, lunes y martes de Carnaval, los tres considerados festivos y anteriores al citado miércoles de ceniza, día en que se inicia la Cuaresma.
En Jaraguas el domingo de Carnaval era para hombres y mujeres, el lunes sólo para mujeres y el martes, el día grande, en el que salían las llamadas murgas o grupos con críticas cantadas. Las fiestas de Carnaval que fueron días de máscaras y disfraces, de bromas y de bailes concurridos acababan el miércoles de ceniza en el que los jóvenes se tiraban ceniza y harina.
En la actualidad no se conserva ningún elemento de esta fiesta alegre, desenfadada y transgresora en Jaraguas.
El periodo cuaresmal de preparación para la Pascua, tiempo de recogimiento, de penitencias, de abstinencias y de prácticas devotas como los Vía Crucis, los cantos de las Llagas de Cristo, los Septenarios de la Virgen de los Dolores y las procesiones de Jueves y Viernes Santo, no se celebraron en Jaraguas de forma pública, quedando este periodo reservado para el ámbito doméstico y entre las familias con claras convicciones religiosas que cumplían con los ayunos y abstinencias conocidos popularmente como guardar la vigilia. El no haber existido párroco residente en la localidad no dio ocasión al vecindario de Jaraguas de poder participar en las prácticas devotas citadas propias de la Cuaresma y Semana Santa que sí se celebraban en las iglesias parroquiales a lo largo de este tiempo penitencial en los pueblos cercanos como Venta del Moro, Villargordo del Cabriel, Fuenterrobles, Caudete de las Fuentes o las aldeas de Los Corrales, Las Casas, etc.
Para el Domingo de Pascua, aunque en Jaraguas no se realizaba la ceremonia religiosa del Encuentro, si se hacían las llamadas enramadas con pinos, ramaje verde y flores de papel y se colocaba un Judas o pelindango, monigote confeccionado con ropas viejas que al final de la fiesta se manteaba. Las enramadas no se desmontaban acabada la Pascua sino que permanecían para ser aprovechadas, con los consiguientes arreglos, en la fiesta de los mayos y sobre todo para la fiesta de la Patrona la Virgen del Amparo o de los Desamparados el 8 de mayo.
El Domingo de Pascua tenía lugar en Jaraguas la fiesta principal de los quintos, quienes al tener a su cargo el montaje de la enramada almorzaban esa mañana en la plaza adornada. Esta fiesta llevaba añadida la ronda o pasacalle con música de guitarras y violines y, en las últimas épocas, con acordeón. Se cantaban las coplas de quintos al son de las tonadas de jota habituales en Jaraguas de las que recopilamos muestras citadas al hablar de la música tradicional. En el recorrido del pasacalle de los quintos, animado con música, canto y carretillas que soltaban los mozos de cuando en cuando, se recogían donativos en especie de parte del vecindario. Lo recogido se acumulaba en las canastas y las cestas de que iban provistos los jóvenes para este menester. Con los alimentos recogidos y alguna res que mataban hacían los quintos su comilona o almuerzo, colocando en la plaza y para tal fin una mesa grande debajo de los arcos de la enramada.
El lunes y martes siguientes a la Pascua eran y son los días de la mona, de salir a merendar al campo, para lo cual se elaboran, como alimento preceptivo, los llamados hornazos, equivalentes a las monas valencianas, pero de masa de pan salada con la que se mezclan huevos y tajadas del frito de la orza. A los hornazos se les dan formas redondas, de pollos o gallinas, de guitarras, etc. con minuciosos adornos hechos en la propia masa antes de cocerla.
Los lugares habituales para ir de mona los jaragüeños eran los alrededores de la casa de Gil Marzo, paraje reservado para el lunes, y la casa Garrido, a la que se acudía el martes, en compañía de otras localidades del término de Venta del Moro.
Para la celebración del periodo culminante de la primavera se ha reservado, desde siglos, en nuestra tierra la noche del 30 de abril y el primer día de mayo. Igualmente se hace en la Castilla próxima, en algunas comarcas valencianas y aragonesas.
La fiesta de los mayos se redujo notablemente en nuestro ámbito comarcal, después de la última guerra civil, siendo Jaraguas una de las pocas poblaciones en las que ha perdurado de forma ininterrumpida hasta la actualidad.
La finalidad principal de esta fiesta es la de emparejar mozos y mozas solteros para animarlos al noviazgo. El emparejamiento festivo se hace por medio del canto del mayo que siempre posee un extenso texto dividido en estrofas y que consta, generalmente, de las secuencias siguientes:
A) Introducción.
B) Solicitud de licencia para cantar a la dama.
C) Retrato de la dama en el que se alaba la belleza femenina describiendo cada una de las partes del cuerpo de una mujer, iniciando por la cabeza y acabando por los pies.
D) Emparejamiento. En esta secuencia se nombre el mozo elegido por los rondadores para la dama a quien se le canta.
La misión de cantar los mayos en Jaraguas está, desde antiguo, encomendada a los quintos, como ocurre u ocurría en otras localidades de la zona. En los buenos tiempos en los que existían músicos en la aldea, había varios quintos y tenían buenas voces hemos de imaginar el periodo esplendoroso del canto de los mayos en sus dos variantes del dedicado a la Virgen y el de las mozas. De ellos se conservan, como hemos dicho en otro lugar, las versiones completas de sus textos y sus melodías diferentes. Ambos textos, de graciosa belleza literaria al gusto barroco, podemos considerarlos como composiciones cultas, sobre todo el de la Virgen, aunque se hayan popularizado y hayan formado parte de la tradición oral.
En el canto de los mayos intervienen un solista y el coro que repite lo cantado por aquel, siempre de forma alterna y fragmentando el texto cada dos versos. En el mayo a la Virgen el solista puede ser un quinto o no y el coro está formado por todo el pueblo que asiste a la puerta de la iglesia para participar del acto. La interpretación del mayo de las mozas está a cargo únicamente de los quintos. Uno de ellos cumple la misión de solista y el resto o los acompañantes forman el coro.
Actualmente, la escasez de quintos por la despoblación y la falta de músicos que interpreten los mayos a la manera tradicional, ha conllevado la modificación y reducción de textos de estos bellos cantos primaverales de tradición oral.
El ritual de la fiesta comienza, según los cánones tradicionales, con el canto del mayo a la Virgen a la puerta de la iglesia a las doce de la noche del treinta de abril. Concluido el mayo religioso se organizan los cantores de los mayos a las mozas para recorrer las calles y plazas de la población y acudir a cada uno de los domicilios de las jóvenes a las que se tiene previsto cantar y emparejar con un mozo.
En otras épocas esta ronda se prolongaba durante toda la noche y se les hacía de día a músicos y cantores, ya que era mayor el número de mozas y los textos se cantaban completos.
En la tarde del día siguiente solía hacerse baile y en él tenía ocasión cada uno de las mayas de manifestar su conformidad o descontento con el mayo asignado por los rondadores. En varias poblaciones de nuestra comarca el signo antiguo de conformidad era que la maya llevara el faldar (delantal) al derecho. Si se lo colocaba al revés daba signo de no aceptar el mayo que le eligieron.
La fiesta de los mayos en Jaraguas, como en algunos otros lugares de la comarca, se prolongaba al llamado día de las coplas en el que, con el canto de la jota y con estrofas apropiadas, se pedía perdón a cada una de las mayas, por si no habían acertado los cantores en la elección de su pareja. Esta ronda o pasacalle se aprovechaba para recoger los donativos con que obsequiaban las jóvenes agasajadas a los cantores. El día de las coplas en Jaraguas era el tres de mayo, festividad de la Sta. Cruz, como todavía se conserva en Venta del Moro. En Jaraguas la ceremonia y el canto de las coplas ha dejado de realizarse en la década de los noventa del siglo XX.
La fiesta de los mayos en Jaraguas casi enlaza con la del día 8 de mayo, festividad de Ntra. Sra. de los Desamparados, pero que actualmente se ha trasladado al 2º domingo de mayo. Como fiesta patronal, consta de actos religiosos, consistentes en misa solemne y procesión, que, al igual que en la mayor parte de las poblaciones de la comarca, tiene lugar por la mañana. Otro acto de tipo religioso, pero de inclusión más tardía en esta fiesta, es la ofrenda de flores.
Entre los actos profanos han destacado, por el atractivo para la juventud, las sesiones de baile con música de moda propia de cada época. Desde principios hasta los años 60 del siglo XX, solían ser acordeonistas de oficio y de fama los instrumentistas que amenizaban estos bailes de fiestas patronales. Se les fueron añadiendo algunos de acompañamiento y percusión hasta evolucionar a las orquestas actuales.
Un acto público relativamente nuevo como el de la ofrenda y que se ha generalizado en las fiestas de nuestros pueblos y aldeas es el vino de honor. Es abierto a todas las familias de la localidad, así como a sus invitados a las fiestas. En Jaraguas tiene lugar en el espacio de tiempo que media entre la conclusión de la procesión y la hora de la comida particular de cada casa.
Ya hemos dicho que para adornar esta fiesta de la Patrona se conservaban y adecuaban las enramadas de Pascua. En alguna ocasión, como ocurrió poco después de acabada la guerra civil, se añadió a la fiesta patronal la representación de moros y cristianos a la manera comarcana, la cual se conocía con el nombre de Relaciones, como también citamos. Este tipo de representaciones se preparaban, también, aunque no de forma anual, en varias poblaciones de la zona. En término de Venta del Moro se representaron en las fiestas de San Antonio de Pádua de Las Monjas, cuando la fiesta de este Santo se celebraba, por los habitantes de esta aldea, en la casa de los Pleitos.
En otras épocas los quintos y jóvenes hacían un almuerzo con lo recogido el día de las coplas de los mayos. Otros actos profanos que se programaron en algunas ocasiones para estas fiestas a lo largo de la 1ª mitad del siglo XX fueron vaquillas y cucañas.
También propias de mayo, aunque no se realizaban por motivo alegre, pero que adoptaban forma festiva, eran las llamadas rogativas. Con estos actos religiosos se suplicaba a Dios Nuestro Señor que enviara la lluvia para remediar la sequía en años en que peligraban las cosechas de secano por la falta de agua, sobre todo los cereales abundantes en otras épocas en nuestros campos. Las rogativas en Jaraguas tenían como matiz singular el que en ellas se realizara la ceremonia conocida como trocar los santos. Consistía en que los vecinos de Jaraguas acudían a la Casa Segura con la imagen de San Francisco Javier y los de Venta del Moro se encontraban con ellos en este mismo lugar trayendo consigo la imagen de Ntra. Sra. de Loreto o la de la Virgen de los Dolores. Acabadas las rogativas, cada grupo de fieles volvía a su localidad correspondiente, pero con la imagen trocada, es decir, con la del pueblo contrario. Las imágenes cambiadas se llevaban a las iglesias de cada población, en donde se colocaban durante un tiempo hasta que se consideraba oportuno el volverlas a cambiar.
Para estas rogativas de trocar santos se elaboraban las llamadas caridás, pequeñas piezas de masa de pan a las que se les añadía matalahuva y que después de ser bendecidas se repartían entre los asistentes al acto. El reparto de caridás solía hacerse por ciertas familias y como cumplimiento de alguna promesa.
Siguiendo el mes de mayo y primera quincena de junio, en fecha movible y en jueves, se celebraban las fiestas de la Ascensión y del Corpus Cristi, ahora trasladadas al domingo siguiente. Para estas fiestas se organizaban bailes con músicos más destacados que en los domingos normales. Los actos religiosos como era la solemne procesión de Corpus, se celebraban en poblaciones con párroco residente.
El 24 de junio, justo al inicio del verano, celebra la iglesia católica la festividad de San Juan, que en otras épocas era jornada festiva, como la de San Pedro y San Pablo el día 28 de este mismo mes.
En la fiesta de San Juan y sobre todo en la noche de su víspera tenían lugar en Jaraguas unas prácticas ancestrales que también eran comunes al resto de las poblaciones de la comarca:
Las jóvenes acudían a la fuente a lavarse la cara, antes de que saliera el sol, con el fin de conservar y aumentar su belleza. Cuando volvían del campo solían traer a casa hojas de noguera que se colgaban en casa o se ponían entre la ropa guardada para evitar la polilla. Las amas de casa sacaban al sereno la ropa de invierno, también para evitar el daño de este insecto. Antes de que saliera el sol se guardaba adecuadamente hasta la llegada del invierno. También se traían matas de manrubios a los corrales para prevenir los piojuelos de los pollos y gallinas criados domésticamente.
En la tarde de San Juan había baile.
En el mes de julio la fiesta extraordinaria con baile era la de Santiago y lo mismo ocurría con la de la Virgen de agosto el día 15 de ese mes.
En la década de los 80 del siglo XX se instituyen en Jaraguas las fiestas de verano, llamadas en sus inicios de la juventud. Destacaban en ellas espectáculos y bailes con orquestas. Una década después, en 1995 estas fiestas empiezan a organizarse por la Asociación de Amas de Casa y posteriormente con la colaboración del vecindario. Se trata de fiestas nuevas, pero de gran concurrencia por ser periodo vacacional en el que muchos jaragüeños que salieron de la aldea vuelven en estas fechas a descansar en sus casas o con sus familiares.
En septiembre Jaraguas como otras poblaciones de la zona se vacían de veraneantes, pero los vecinos residentes tienen ocasión de acudir a fiestas de santuarios marianos que desde siglos han atraído a devotos de toda la comarca. Se trata del antiguo convento de los trinitarios de Garaballa (Cuenca), en donde se venera a la Virgen de Tejeda desde el principio del siglo XIII, y la ermita de Ntra. Sra. del Remedio en la Sierra del Negrete de Utiel, cuyo culto se inicia a mediados del siglo XVI.
Se acude a estos santuarios en cumplimiento de promesas como manifestación de una religiosidad popular heredada y transmitida en el ámbito familiar y no por imposición eclesiástica.
Otros lugares de cumplimiento de promesas para la gente de Jaraguas, aunque menos habituales, son la ermita de la Virgen de Consolación en Iniesta o la ermita de la Virgen de la Cabeza en Casas Ibáñez.
El mes de octubre, tiempo de azafranes hasta el 1er. tercio del siglo XX y de vendimias, la recolección de la principal cosecha desde mediados del siglo XIX en que se generaliza el cultivo de la vid en la comarca, con fines comerciales.
La vendimia supone trabajo, pero también el que se juntara en otras épocas abundante juventud que conservaba energía para organizar bailes después de la larga jornada vendimiadora.
Mes de noviembre, plenitud del otoño con el recuero familiar a los difuntos y ya dentro del adviento, preludio de la Navidad, la fiesta patronal antigua de Jaraguas el día 3 de diciembre festividad de San Francisco Javier. En el manuscrito del arcipreste de Requena D. Pedro Domínguez de la Coba (1674-1737) que lleva el título de "Antigüedad y cosas memorables de la villa de Requena, escritas y corregidas por un vezino apassionado y amante de ella", leemos al referirse a la primitiva ermita de Jaraguas:
"En las caserías de Jaraguas se fabricó una hermita en reverencia de el apóstol de las Indias San Francisco Xavier, con licencia del Ilmo. Olmo y la bendijo el dicho D. Pedro Domínguez".
La licencia para edificar y bendecir la ermita de San Francisco Javier de Jaraguas la concede, según el manuscrito, el Ilmo. Sr. Obispo de Cuenca D. Miguel del Olmo, quien estuvo al frente del obispado conquense entre los años 1706 y 1721. Entre esas fechas tuvo lugar la construcción del citado ermitorio dedicado desde entonces al Santo Patrón de Jaraguas.
En la visita episcopal de 1727-28 al arciprestazgo de Requena, ordenada por el entonces Obispo de Cuenca Exmo. Sr. D. Juan de Lancáster, Duque de Abrantes, también se cita la ermita de San Francisco Javier de Jaraguas, jurisdicción de la villa de Requena y anejo de la parroquia de Villargordo del Cabriel, juntamente con Venta del Moro, Casas de Moya y Fuenterrobles.
Queda claro que las fiestas patronales de diciembre en Jaraguas están cercanas a cumplir sus trescientos años. Sus elementos tradicionales de tipo religioso son la hoguera del Santo para la noche de la víspera y la misa solemne y la procesión para el día propio de su festividad el 3 de diciembre, aunque desde hace unos años se hayan trasladado al fin de semana siguiente para que pueda haber mayor afluencia de participantes en dicha fiesta. Como actos profanos siguen celebrándose las sesiones de baile.
Finalizando el ciclo anual llegamos a las fiestas navideñas que en toda la comarca ha ido perdiendo parte de sus elementos tradicionales, sobre todo la solicitud de aguilando con sus correspondientes cantos propios para el acto y en la actualidad prácticamente olvidados por la mayoría de las comunidades locales. En origen los aguilandos se pedían por grupos de jóvenes y en ciertos lugares por los quintos, después quedó reducido a la población infantil y actualmente casi se ha perdido también la costumbre.
El donativo del aguilando era tradicionalmente en especie, desde frutos secos, pasando por dulces caseros y llegando a embutidos y trozos de tocino.
Los cantos de aguilando en Jaraguas, como ya dijimos en otro apartado, podemos encuadrarlos en los de ritmo binario como en la mayoría de las poblaciones de la parte alta de la comarca. De sus melodías conservamos dos versiones en nuestro archivo sonoro.
Otro elemento, hoy perdido, de las fiestas navideñas en Jaraguas es el llamado tronco de Navidad o nochebueno. Era un tronco grande que se guardaba para hacerle arder en cada una de las casas en la Nochebuena. Como no se consumía totalmente, la parte no quemada se guardaba para sacarlo a la calle en los días de nublados y tormentas de verano por existir la creencia que con esta práctica se evitaban los pedriscos.
Cuando en otros días que no fuera Navidad se veía en una casa arder en la lumbre un tronco grande solía decirse en Jaraguas: "Buen nochebueno has echao".
En Jaraguas y algunas poblaciones cercanas sigue conservándose la costumbre antigua de pasar la Nochebuena en grupos de edad y no en familia. El centro de esas reuniones es la llamada zahora, nombre que se le da a la cena navideña de grupos de amigos. La zahora navideña también se traslada a la noche de cabo de año o nochevieja.
El nombre de zahora era muy usual en la comarca, no solamente para referirse a las cenas de reuniones por grupos de edad, sino a cualquier comilona que hacía, a lo largo del año, cualquier grupo de amigos, como podían ser los quintos, como ocurría en varias aldeas del actual término de Requena, en donde a las comidas conjuntas de las fiestas de quintos les llamaban zahoras.
Queremos agradecer en este artículo la buena disposición de todos los jaragüeños y jaragüeñas que nos han transmitido todo cuanto recordaban de la tradición oral y costumbres de su pueblo y solicitar que nos dispensen en los posibles desaciertos u omisiones en la redacción de estas líneas que han sido realidad gracias a los datos recogidos directamente y los que nos aportó Nacho Latorre en su recopilación llevada a cabo en el mes de marzo del año 2000, ocasión en que le sirvieron de comunicantes Urbano Monteagudo, Ignacia Monteagudo y M.ª Victoria Sánchez.

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

Lebrillo 15