¿QUIEN ERES QUE POR LA CARA NO TE SACO?

EMILIO MONTEAGUDO MONTEAGUDO "EL BOMBA", LA MEMORIA DE JARAGUAS

IGNACIO LATORRE ZACARÉS

Es domingo 7 de agosto de 2011. Mañana calurosa mitigada por los árboles que rodean la piscina de Jaraguas y me reúno por primera vez con Emilio Monteagudo ("El Bomba" me apostilla él). Me dijeron que Emilio era la fuente de información mejor si algo se quería saber de Jaraguas y hacia esa fuente me dirigí. Efectivamente, al poco tiempo de charlar con él, me doy cuenta de que Emilio es un hombre bueno, cabal, guiado por el sentido común y con el poso de haber visto muchas cosas. Voz templada, dicción perfecta, de hombre antiguo. Nos recuerda a su hermano Urbano con el que también charlamos en su día.

" Yo toda la vida en Jaraguas, excepto cinco años en la Guerra y posguerra". Como siempre, preguntamos por su historia de vida. "Nací  en Jaraguas un 3 de abril de 1920. Mi padre se llamaba Lucio Monteagudo Ibáñez y era rentero en la Casa del Horcajo (término de Fuenterrobles) y de Bonifacia Monteagudo López de Jaraguas".

¿Pero se acuerda de sus abuelos? Pues, claro. Sus abuelos paternos fueron Eulogio Monteagudo y Valentina Ibáñez (familia de la Condesa de Villamar), ambos de Caudete de Las Fuentes y los maternos procedían también de Jaraguas: Fausto Monteagudo y Wencenslá López.

No tuvo una vida cómoda Emilio. No pudo ir casi a la escuela, pues su padre era enfermo crónico y tuvo que empezar a trabajar a los nueve años para poder sacar la casa adelante. Incluso recuerda que con diez años ya tuvo que ir a Requena en un carro cargado de cepas arrancadas por la filoxera para venderlas y comprar medicinas para su padre. A los 11 años quedó huérfano. Por desgracia, estas u otras penalidades son las que padecieron la generación que se nos está yendo y que afloran en cuanto hablas con ellos.

La finca familiar la tenían cerca de la carretera y uno de sus pasatiempos de chiquillo era comer con los segadores y ver los coches que pasaban por la nacional de Madrid-Valencia. Así un día hacia 1930 en la Hoya de la Carretera se sorprendió de ver pasar hasta trece coches junto a los habituales carros ("¡Cuántos coches pasan! se decía). Pasada la Venta de Contreras, también recuerda perfectamente las dos ventas que existían cerca del actual cruce de Jaraguas con la Nacional III: "Eran la Venta Nueva y la Venta Vieja, separadas por unos 200 metros, donde descansaban por la noche las caballerías y los carreteros. Iban los carros de cuatro muías uno con otro, uno con otro." La primera vez que fue a Valencia fue en 1937 en plena Guerra: "antes mucha gente se moría sin ver el mar".

Toda la vida agricultor y una memoria absolutamente nítida. Se acuerda perfectamente de un término dominado por el cereal, donde la viña era minoritaria y se ubicaba en parajes como los Caracierzos, Hoya de la Ermita o La García. El marco de plantación de la viña era al tresbolillo, al reílo o al cuadro (2'50). Cuando la viña era joven se solían intercalar 3 "hilás" de cepas y 1 de olivos, dejando los almendros para las hormas y junto a la viña se plantaban higueras, manzanos, perales, avellaneros, pu- mares, cerezos y peronanos.

Como agricultor, siempre mirando el tiempo. Emilio ha conocido las grandes sequías y los temibles "nulaos". Así, cuando se avecinaba un nublado, se sacaba a San Francisco Javier al depósito de agua, en lo alto de Jaraguas, de donde viene su apelativo de "Santo Tuerto" porque de una pedrada le saltó el ojo. Así como relata que en Venta del Moro se recurría al Tío Espantanublos cuya función iba acorde con el mote. Si la sequía arreciaba se realizaba el trueque de santos entre Jaraguas y Venta del Moro. Los vientos nos los indica sin vacilación: Solano o Levante, Alicantino, Mediodía, el Torrenueva (que viene de Casas de Moya), el Cierzo o Cañetejo (de Cañete), el Poniente, el Mediodía y el Matacabras (el que procede de Javalambre).

Y se acuerda también muy bien del Jaraguas ganadero ya que la aldea posee la singularidad de estar junto a dos grandes cañadas: la de la Serranía de Cuenca y la de La Mancha. "Los ganados eran principalmente de toros y de ovejas. Venían de La Mancha (Las Pedroñeras y por ahí...) y de La Serranía y en Gil Marzo se juntaban las veredas hasta ir a la zona de El Hoyo. Les daban de comer en el corral de Gil Marzo y las encerraban en el corral de Pumares. Cuando no cabían iban al Corral Nuevo que está entre las Salinas y la vereda. Muchas veces los pastores comían con los segadores y venían de la Serranía de Cuenca (Campillo de la Sierra) y de La Mancha, sobre todo de Las Pedroñeras".

Nos relata como en la propia Jaraguas había diez u once hatajos de ganado de unas ciento y pico ovejas y un ganado de cabras. También había unas 120 caballerías mayores para labor. El primer tractor que vio fue uno en Camporrobles en la tempranísima fecha de 1928, propiedad de la familia Palomera, parte de la cual arraigaría en Jaraguas. Hasta 1950 no aparecieron los tractores por Jaraguas.

Una Jaraguas donde existían dos posadas: la de la calle San Felipe donde venían los tratantes y había corral para 15 o 20 caballerías, propiedad de Marceliana Monteagudo y que fue regentada por Wenceslao y Elena y también por Ángel y Estebana. La otra posada era la de la calle Chopera para transeúntes, quinquilleros, tratantes, ganaderos...

Emilio es muy querido en la aldea y todo el mundo se para saludarle y preguntarle como está. Pero sigue con su relato.

Fue socio fundador de la Cooperativa Vitivinícola de Jaraguas como Grupo Sindical de Colonización n° 456. En 1951 empezaron las obras de la bodega y en 1953 elaboraron la primera cosecha. Aunque en un principio se apuntaron al movimiento cooperativista unos 150 socios, sólo quedaron unos 70, aunque después se volvieron a admitir parte de los que se fueron en su día. Se recurrió a la aparcería al 10% para poder pagar la obra de la bodega. Antes de la Cooperativa cada particular se elaboraba vino en su trullo o bien lo vendía a D. Ernesto, a "El Turra", el tío Felipe López Valls, Genaro García, etc.

Fue durante 25 años secretario de la Cooperativa y se acuerda cuando invertía hasta tres días en realizar las gestiones en Valencia utilizando los medios de la época: coche-correo y tren. Y también recuerda que al principio tenía que ir en bicicleta o andando a Venta del Moro para hablar por teléfono.

Emilio nos habla de todo: las zonas donde se lavaba, la gran sequía de 1953 cuando secó la Fuente Amparo, la reconstrucción de la Iglesia por 30.000 pesetas; de cuando en 1970 no se dio la orden de vendimiar hasta un 17 de octubre; de la instalación del servicio de agua potable a domicilio en 1975, etc., etc. Pero no queremos abusar de Emilio y dejamos la conversación para otra ocasión (que la hubo). Y ahí sigue Emilio, a la sombra de los grandes álamos de la entrada de Jaraguas.

 

Asociación Cultural Amigos de Venta del Moro

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